Las condiciones estaban dadas. Durante los últimos tres años las
movilizaciones ciudadanas, muchas de ellas protagonizadas por jóvenes,
irrumpieron en el escenario nacional sin que los poderes fácticos, la
clase política y varios periodistas acusaran recibo. El tiempo de una
ciudadanía activa no se inauguró con
la visita del candidato Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana,
tampoco el protagonismo juvenil que ya había llenado plazas y tomado
por asalto el ciberespacio antes del periodo electoral. Ahí estaban las
Redes Universitarias en Ciudad Juárez, ahí estaban los jóvenes
caminantes que
acompasaron su andar al paso que les propuso Sicilia y el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad,
ahí estaban los colectivos de jóvenes mujeres con intenso trabajo
reflexivo y político en torno a los feminicidios, ahí estaban, también,
los jóvenes del Voto Nulo que apostaron hace tres años a marcar con su
voz disidente el espacio de la política formal. Estaban también los
universitarios que no han dejado de ir y venir a Chiapas, que acompañan
las luchas del pueblo
wirraritari, que se oponen a las mineras,
que organizan festivales, mesas de debate, caravanas. Están, por si
fueran necesarias más evidencias, una blogósfera explosiva donde cada
bloguero firma con nombre propio y contribuye a desestabilizar el
espacio acartonado de las hablas “legítimas”.
Entender la rapidez y la magnitud del movimiento
#YoSoy132
exige romper con dos de las principales lecturas que hoy marcan el
debate público en torno al movimiento: la primera, que considera que
“finalmente” los jóvenes mexicanos han despertado, como si se tratara de
“bellas durmientes” que esperaban el beso de fuego de la realidad
sociopolítica del país, ignorando o desestimando los procesos y
movimientos que anteceden a
#Yosoy132. Esta primera lectura, por mucho que simpatice con los jóvenes universitarios o con los jóvenes a secas, sigue siendo
adultocéntrica
y continúa regateando la intensa micropolítica que caracteriza muchos
de los universos juveniles. Nunca estuvieron ausentes, nunca apáticos,
nunca callados.
La segunda lectura predominante es aquella que los acusa de
acarreados, “fresas”, cortos de miras, peones en un juego de ajedrez que
no entienden; esta manera de concebir a las y los
#YoSoy132
tiene tres problemas fundamentales: niega la capacidad de agencia de un
sujeto juvenil al que se le sigue negando su condición de sujeto
político; exige a los actores juveniles asumir una agenda y una
plataforma política que no es la suya, porque sus interlocutores no son
los que algunos desearían; descalifica una de las principales
características de los movimientos sociales y juveniles: aprender en la
acción.
Cuando Peña Nieto dijo, casi al final de su desafortunada visita a la Ibero, que
en el caso de Atenco “había actuado con la fuerza legítima del Estado”,
no hizo sino detonar una indignación que ha estado justamente
cuestionando las presuntas razones de Estado en el manejo arbitrario de
este país. No celebro en absoluto que haya sido despedido en medio de
abucheos y rechazos (que incluyeron un zapatazo), pero puedo entender y
analizar que las expresiones de rechazo se articulaban al hartazgo,
desencanto y enojo de muchos de nuestros jóvenes. Peña Nieto y el
priísmo que él representa constituyen el retrato hablado de la
frustración y el coraje acumulados. Pero más allá de este “incidente”,
lo que verdaderamente detonó la respuesta de los estudiantes de la
Iberoamericana fueron
las declaraciones de Pedro Joaquín Coldwell,
presidente nacional del PRI, que, en el ya tradicional “uso y
costumbre” de la clase política en el país, los descalificó de entrada
llamándolos infiltrados, porros, poco representativos, etcétera (
las disculpas que se produjeron después ya no alcanzaron a frenar la ola, inevitable de respuestas airadas).
Popout
Así, bajo la figura #131alumnosdelaIbero, los estudiantes
respondieron en un video que alcanzó un rápido efecto de viralización en
las redes y más allá. Quisiera detenerme en estos elementos.
Lo que Coldwell y el propio Peña Nieto hicieron –y más tarde la
televisora más poderosa del país–, indica el poco conocimiento
“antropológico” de estos actores en torno a los movimientos sociales. Al
negarles reconocimiento activaron inmediatamente lo más importante en
cualquier proceso de organización y resistencia social: la identidad.
Generaron, por negatividad, las condiciones para el inicio de un proceso
de auto-reconocimiento y un espacio de acuerpamiento para el
nosotros, fundamental en todo movimiento social.
El día en que el video comenzó a circular, comenté en mi muro de
Facebook mi sorpresa por la velocidad con que se produjo la respuesta;
varios de mis amigos mal interpretaron mi comentario, confundiendo mi
sorpresa con escepticismo. Lo que motivó ese comentario fue el “breve
estado emocional, resultado de un evento inesperado”, como definió Freud
a la sorpresa. Me pareció sorprendente la rapidez con la que se produjo
la articulación del
nosotros, lo que indicaba que estábamos
frente a los gérmenes de un movimiento que saltaría de la escena
constreñida a un “incidente” y un “espacio”. Al llamarlos “infiltrados”,
“acarreados” y “porros” se produjo la construcción de su oposición
semántica: nosotros somos estudiantes y podemos acreditar nuestra
identidad.
En el video
#131 Alumnos de la Ibero Responden,
no deja de resultar interesante que cada una y uno de los participantes
utilizaron tres elementos para configurar su discurso: el nombre
propio, el número de expediente y la credencial que los acredita como
estudiantes de esa Universidad. Un signo, un índice y un ícono. El
nombre propio es el signo que opera como emblema, como condensación de
un yo, una narrativa biográfica desde la que se participa; el número de
expediente es un índice que permite ubicar con facilidad aspectos
relevantes e importantes de la continuidad de un elemento (simbólico o
material) con la realidad y, finalmente, la credencial opera como un
ícono, una representación o signo que mantiene una relación de semejanza
con el objeto representado. Por ello, los casi once minutos de duración
de ese video, en el que se repiten los mismos elementos dichos en
distintos tonos y énfasis, resulta tan poderoso: no se elude la
responsabilidad individual (el nombre propio) y se habla desde un lugar
de identidad.
Popout
Por ello es fácil entender que la respuesta
#YoSoy132,
y posteriormente la #MarchaYoSoy132, tomara por asalto el espacio
público, el digital, el virtual, el analógico, el periodístico.
#YoSoy132 es mucho más que un
hashtag:
pasó rápidamente de ser un eco solidario y crítico a las
descalificaciones políticas a convertirse en otro complementario proceso
de auto reconocimiento, que ya probó su músculo callejero (condición
fundamental para que se pueda pensar en la Primavera Mexicana),
apalancado en el rechazo a lo que el movimiento considera la mayor
amenaza para lo que incipientemente denomina “democracia”.
Peligros y desafíos
– Su insistencia en el antipeñanietismo, que ha sido su principal
activo y un elemento inicial de articulación, puede convertirse en un
elemento de fragilidad. Centrarse en este asunto puede tener (como de
hecho ya sucede) algunas consecuencias adversas para el movimiento
estudiantil y ciudadano. Entre otras, su uso político por parte de
fuerzas y actores políticos interesados en la coyuntura electoral en
convertir a los 132 en botín para tiempo de sequía; desgastarse en
proceso electoral al que le faltan los días más álgidos y complicados
sin acabar de constituir su propia agenda y plataforma de acción;
abollar el incipiente movimiento con los inevitables desencuentros
ideológicos en vez de usar el tiempo a su favor y darse la oportunidad
de verse y escucharse. En este sentido, lo que hizo fuerte a
Occupy Wall Street fue justamente su capacidad para operar con un tiempo propio y no el impuesto por las coyunturas políticas de Estados Unidos.
– Ubicar como causa central la democratización de los medios ha sido
un acierto muy importante. Sus certeras críticas a los monopolios
informativos les han traído un capital político nada despreciable. El
desafío es hacer de esta agenda una que les permita abordar –con sus
ritmos y estilos, con sus modos y voces propias– muchas de las cosas que
han sido silenciadas e invisibilizadas en el cotidiano ejercicio de
fabricar un país a la medida de los poderes fácticos. Mantenerse
centrados en su crítica a Televisa mina su energía para emprender la
visibilización necesaria de los problemas del país: la violencia, la
pobreza, la exclusión y, de manera importante y urgente, su accionar en
torno a los jóvenes que están por fuera del sistema educativo y laboral,
los mal llamados “NiNis”.
– Si los 132 pueden ser el germen de la Primavera Mexicana, es
fundamental mantenerse en la calle. Las llamadas redes sociales son
importantes, pero es la combinación de la calle con el espacio digital
lo que les permitirá configurarse como actores relevantes pre y post 1
de julio.
– Y quizás lo más importante en torno a los peligros y desafíos por
venir estriba en su capacidad de resistir la tentación autoritaria,
pelear contra las herencias de una cultura política que puede tironear
hacia la imposición de unos sobre otros. Aquí lo privado y lo público
deja de tener relevancia: el reto es dejar de usar los mismos
descalificativos que les han sido aplicados: “los fresas de la Ibero”,
“los gobiernistas del ITAM”, “los ultras de la UNAM”. Ese es el reto más
importante.
Queremos ver la Primavera Mexicana y las gargantas, los cerebros y
los corazones inflamados no de fervor patrio ni de proyectos
electorales, sino de argumentos, ideas, generosidad y solidaridad del
que este país está tan necesitado.
Los 132 deberían probar el micrófono humano (el
Mic Check) que en
OWS logró que el discurso de los otros entrara y hablara en el cuerpo de cada una y uno de los
occupiers.
Por lo pronto, vamos bien. Y el hecho de que esto exista es ya una gran contribución.
Links:
Revista Magis-
http://www.magis.iteso.mx/redaccion/reflexiones-iniciales-en-torno-yosoy132
Ensayos-
http://azotecarranza.blogspot.mx/2012/05/jovenes.html
Política viral es articularse con desconocidos y realizar una acción alternativa - Benjamín Arditi