Tengo 57 años, pero según mi esposa (mi brújula), soy totalmente inmaduro. Tengo cinco hijos. Nací en los suburbios de París: un niño difícil. Soy ecologista, fui asesor y jefe de gabinete de ministros. Ser político es un oficio complicado. Católico. Soy un emprendedor que molesta.
François Marty, emprendedor, combina inserción con vivienda social ecológica
Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet
"Se aprende mejor en la dignidad que en el fracaso"
Fuente: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20111024/54234582330/se-aprende-mejor-en-la-dignidad-que-en-el-fracaso.html"Se aprende mejor en la dignidad que en el fracaso"
24/10/2011 - 00:00
Foto: Àlex Garcia
RepensarSu aserradero en la región Norte de Francia, que daba trabajo a ex presidiarios, refugiados y personas excluidas en general, iba viento en popa, pero, consciente de que los gastos de vivienda se llevaban el grueso de su sueldo, empezó a reflexionar sobre qué tipo de vivienda les permitiría vivir con dignidad. En los años noventa dio con la pregunta clave: ¿por qué la vivienda ecológica –que disminuye los gastos de electricidad y agua– está reservada sólo a los ricos? Así nació el grupo Chenelet, que combina inserción con vivienda social y ecológica y que está revolucionando el modelo de vivienda social en Francia. Lo ha contado en el programa de Emprenedoria Social de la Generalitat
¿Y por qué se fugó?
Tuve una infancia muy difícil e infeliz y no me gusta hablar de ella.
De acuerdo.
Con los monjes descubrí la ecología, me enseñaron el oficio de camionero, la organización comunitaria, la solidaridad y el amor al trabajo. Y también la insolencia.
Eso no me lo esperaba.
Nunca debes dar por buenas las cosas que te dicen, debes atreverte a tener tu propio criterio.
¿Fue camionero por necesidad?
Era mi sueño de infancia: los veía pasar y pensaba que más allá de mi terrible realidad debía haber un mundo maravilloso que se podía recorrer con un camión. Todavía hoy, en cuanto puedo, cojo un camión. Y formo a camioneros.
Pero su camión se detuvo.
A los 21 años, con mi mujer y un cura chiflado, creamos una comunidad cerca de Calais. Acogíamos a ex presidiarios, refugiados, vagabundos y marginados, y como no teníamos dinero creamos una empresa.
¿Con ex presidiarios y refugiados?
Sí, un aserradero, era la primera empresa de inserción. Aparecieron los propietarios de Decathlon, Alcampo y otras empresas para fichar a mis empleados sin cualificación.
¿Su empresa ganaba dinero?
No, pero la gente trabajaba bien. Esa familia de multimillonarios consiguió que me aceptaran como alumno en una prestigiosa escuela de negocios a la que no podía acceder por falta de pedigrí.
¿Sus estudios dieron frutos?
Sí, la cooperativa SPL (Scierries et Palettes du Litoral) se especializó en el diseño y la fabricación de palets atípicos (todos los tamaños y modelos), y creció rápidamente. Hoy emplea a 130 personas, con dos tercios de ellas en inserción, y es líder regional.
¿Cómo consiguió que la solidaridad fuera compatible con la eficacia?
Rompiendo todos los códigos de lo que es una empresa. Yo soy el presidente y director general del grupo y cobro dos veces y medio el salario mínimo interprofesional. Es decir, no aplicamos el escalado de sueldos y tenemos excelentes directivos que han aceptado esas condiciones salariales.
¿Qué tipo de directivos?
Un ex banquero de Nueva York, un ingeniero que trabajó en la concepción del eurotúnel, un ex director de Alcampo... y nuestro cocinero es un chef con estrellas. Tuvieron que dividir por cinco su sueldo.
¿Qué les dio?
En el mundo de la industria hay gente a la que le gusta su oficio pero no le encuentra sentido. Gente que ha crecido profesionalmente muy deprisa y al llegar a los 40 años se pregunta: ¿y ahora qué?
¿Cuál ha sido la idea fundamental que lo ha llevado al éxito?
Las empresas clásicas sólo miran el beneficio, y nosotros nos fijamos en crear empleos que cualifiquen a la gente. De las 2.500 personas que han pasado por la empresa, en la que sólo pueden permanecer dos años, 1.700 han encontrado un trabajo.
Trabajar con refugiados, otra cultura, otro idioma... no debe de ser fácil.
Por eso he modificado la maquinaria, supercompleja, aplicando mandos de videojuego. La gente que se dedica a trabajos sociales demoniza lo empresarial. En nuestro caso, los más pobres son fuente de innovación porque sus dificultades nos llevan a crear modelos de formación.
¿Por ejemplo?
Todos los manuales están escritos en primera persona: "Giro el botón a la derecha", y con el dibujo correspondiente. Así conseguimos que la gente no tenga sensación de fracaso y por tanto su trabajo sea de calidad.
Sencillo y útil.
A mí los monjes me enseñaron a ser útil y así despertaron mi autoconfianza y mis ganas de aprender. Aprendes mejor en la dignidad que en el fracaso.
Pero sin paternalismo.
El paternalismo y la caridad no sólo no sirven para nada, sino que además son perniciosos. El pobre ha de hacerse responsable de sí mismo. Yo les ofrezco oportunidades, pero deben trabajar. Otra cosa es corregir problemas endémicos de la pobreza como la vivienda.
¿Qué ha hecho al respecto?
La vivienda social les crea mayores dificultades porque conlleva muchos gastos. La solución la encontré construyendo vivienda social ecológica, que disminuye los gastos de electricidad y agua. Y el 70% de la mano de obra es personal de reinserción.
Eso podría resultar peligroso.
A los ingenieros les pedimos que trabajaran sobre materiales adecuados para que personal poco cualificado pudiera manejarlos.
Qué listo.
Llevamos diez años construyendo estas casas, y la gente tiene luz, agua caliente y calefacción por 500 euros al año; el 70% del consumo de agua es de lluvia. Si contamos todas las ayudas sociales que hay en Francia, la vivienda les cuesta 10 euros al mes.
¿Cuáles son sus conclusiones?
La economía solidaria detecta necesidades y nuevos negocios que la economía clásica, encerrada en un impasse, no sabe ver. La clave es hacer que la tecnología sea accesible a los excluidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario