jueves, 16 de diciembre de 2010

Otro enfoque para educar: No reprobar sino personalizar



Fuente: Artículo completo, Blog de Andres Roemer


Para un estudiante reprobar no sólo implica repetir el curso sino también una marca: “ser un reprobado”, “un burro”, “un loser”. “Reprobado” es un calificativo que no admite matices ni explicaciones, es el anuncio de la incompetencia que antecede cualquier esfuerzo del alumno, es la advertencia que despierta un prejuicio en profesores, padres y compañeros.

Nos han dicho que si un alumno no demuestra saber lo “suficiente” -cabría preguntarse suficiente con relación a qué o quién y para qué y según quién, mas no será aquí donde lo analicemos- deberá repetir el curso para aprender lo que aún desconoce, así se garantiza que los alumnos adquieran conocimientos de acuerdo con su grado. Pero ese es un mito.

Los alumnos no debieran estudiar para evitar ser reprobados, sino para ser alumnos de excelencia, para ganar becas, para aprender a hacer mejor lo que les gusta, para divertirse y ser exitosos. Hay una profunda diferencia entre el enfoque de estudiar por temor a la calificación, y estudiar por lograr expectativas.

En su libro “El Elemento” Sir Ken Robinson ofrece números ejemplos de personajes mundialmente reconocidos por su trabajo, quienes encontraron el éxito gracias a su obstinación por desarrollar habilidades para sus actividades preferidas, a pesar de recibir una educación tradicional (vgr. Matt Groening, Guillian Lynne y Paul McCartney). Para Robinson, las pruebas estandarizadas de cociente intelectual sólo nos permiten evaluar la habilidad para resolver problemas mediante el razonamiento matemático y verbal: sólo mide cierto tipo de inteligencia. Por ello, la pregunta fundamental en la educación tradicional ¿qué tan inteligente eres?, debe reformularse en ¿de qué modo eres inteligente? Como dice Robinson “el futuro de la educación no está en la estandarizar sino en personalizar; (…) en cultivar la verdadera profundidad y el dinamismo de las habilidades humanas de todo tipo.”

Responder la pregunta que titula este artículo exige preguntarnos ¿en relación con qué (vgr. los estándares de la OCDE, las necesidades de la economía global, la situación hace diez o cincuenta años) deberíamos valorar al sistema educativo de México? Es evidente que la educación en México tiene graves rezagos en comparación con los países de la OCDE y algunos países en desarrollo, pero la pregunta pertinente es ¿cómo mejorarlo?


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