Llegó Diciembre con el final del año y con las experiencias de todo 2009. El mes de las fiestas, luces y colorido.
Como dice la sabiduría popular: Pareces arbolito de Navidad; Es decir te cuelgas un poco de todo.
Pero lo mas importante es la época de reflexión y de hacer un espacio ex profeso en nuestras vidas para la reflexión, tiempo de adviento: tiempo de espera, tiempo que nos damos para reflexionar en Cristo, en Jesús, Hombre-Deus.
Tiempo de regalos, de dones, de alegría, de cantos, de villancicos, de celebraciones de todas: espirituales y algunas medias paganas.
Pero ¡Celebremos la vida! que aquí seguimos respirando y nuestros pulmones y corazón en sus ritmos incansables de compresión-descompresión, imperceptibles siempre hasta que empiezan a fallar.
Pero también es una época quizás difícil para los que sus afectos están distantes físicamente o en el alma. Podemos unirnos en oración con ellos y dar un poco de tiempo con el que sabemos que está solo y le cuesta acercarse o dar afecto. Acerquemosnos.
¡Ese es el mejor regalo de Navidad!
Sobre la Navidad y esta época:
El viejo año declina. Se terminaron los suspiros por lo que pudo haber sido. Ábrete, en cambio al generoso regalo de lo diciembre todavía es.
Navidad u otras tradiciones religiosas del solsticio de invierno, como la Hanukah judía o el Kwanza africano.
Había un tiempo en el que creías que la Navidad era el momento más mágico del año. Puede serlo otra vez.
¿Cuales son los recuerdos más felices que tienes de esta fiesta? Apostaría a que todos son sensoriales:
El arbolito, el olor del ponche, las luces de las calles, el olor a heno en el nacimiento.
Flirteamos con las fiestas saboreando el don de cada sentido y redescubriendo el arte de la celebración.
Creo que el verdadero milagro de las Navidades es que permite que la niña mística que duerme en nuestra alma renazca cada año, despertando una capacidad para maravillarnos que ni siquiera once meses de dudas, escarnios, desaliento y decepciones de adultas pueden acallar. Lo único que se nos pide es que creamos.
Fuente:El encanto cotidiano, Sarah Ban Breathnach
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